Comentario
Cómo vino don Hernando Cortés, marqués del Valle, de España, casado con la señora doña María de Zúñiga, con título de marqués del Valle y capitán general de la Nueva-España y de la mar del Sur; y del recibimiento que se le hizo
Como había mucho tiempo que Cortés estaba en Castilla, e ya casado, como dicho tengo, y con título de marqués y capitán general de la Nueva-España y de la mar del Sur, tuvo gran deseo de se volver a la Nueva-España a su casa y estado e tomar posesión de su marquesado; y como supo que estaban las cosas en México en el estado que he referido, de la manera ya por mí dicha, se dio prisa, e se embarcó con toda su casa en ciertos navíos y, con buen tiempo que les hizo en la mar, llegó al puerto de la Veracruz, y se le hizo recibimiento, y luego se fue por las villas de su marquesado; y llegado a México, se le hizo otro recibimiento; y en lo que entendió fue en presentar sus provisiones de marqués y hacerse pregonar por capitán general de la Nueva-España y del mar del Sur, y demandar al visorrey y audiencia real que le contasen sus vasallos de la manera que él pensó; y esto me parece a mí que vino mandado de su majestad para que se los cantase; porque, a lo que yo entendí, cuando le dieron el marquesado demandó a su majestad que le hiciese merced de ciertas villas y pueblos con tantos mil vecinos tributarios; y porque esto yo no lo sé bien, remítome a los caballeros e otras personas que lo saben mejor, y a los pleitos que sobre ello se han traído; porque tenía el marqués en el pensamiento, cuando demandó a su majestad aquella merced de los vasallos, que se había de contar cada casa de vecino o cacique o principal de aquellas villas por un tributario: como si dijésemos ahora que no se habían de contar los hijos varones que eran ya casados, ni yernos, ni otros muchos indios que estaban en cada casa en servicio del dueño della, sino solamente cada vecino Por un tributario, ora tuviese muchos hijos o yernos u otros allegados criados; y la audiencia real de México proveyó que lo fuese a contar un oidor de la misma real audiencia, que se decía el doctor Quesada, y comenzó a contar desta manera: el dueño de cada casa por un tributario, y si tenían hijos de edad, cada hijo un tributario, y si tenía yernos, cada yerno un tributario, y los indios que tenía en su servicio, aunque fuesen esclavos, cada uno contaban por un tributario. Por manera que en muchas de las casas contaban diez y doce y quince tributarios; y Cortés tenía por sí, y así lo proponía y demandó a la real audiencia, que cada casa era un vecino y se había de contar solo un tributario; y si cuando el marqués suplicó a su majestad le hiciese merced del marquesado, le declarara que le diera tal villa y tal villa con los vecinos y moradores que tenía, su majestad le hiciera merced dellas; y el marqués creyó y tenía por cierto que demandando los vasallos que acertaba en ello, y salió al contrario. Por manera que nunca le faltaron pleitos, y a esta causa estuvo mal con las cosas del doctor Quesada, que se los fue a contar, y aun con el visorrey y audiencia real no le faltaron cosquillas, y se hizo relación dello a su majestad por parte de la real audiencia, para saber de la manera que habían de contar; y se estuvo suspenso el contar de los vasallos ciertos años, que siempre el marqués llevó sus tributos dellos sin haber cuenta. Volvamos a nuestra materia: como esto pasó, de ahí a pocos días se fue desde México a una villa de su marquesado, que se dice Cornavaca, y llegó a la marquesa, e hizo allí su asiento, que nunca más la trajo a la ciudad de México. Y demás desto, como dejó capitulado con la serenísima emperatriz doña Isabel, nuestra señora, de gloriosa memoria, y con los del real consejo de Indias, que había de enviar armadas por la mar del Sur a descubrir islas y tierras, y todo a su costa, comenzó a hacer navíos en un puerto de una su villa, que era en aquel tiempo del marquesado, que se dice Teguantepeque, y en otros puertos de Zacatula y Acapulco; y las armadas que envió diré adelante, que nunca tuvo ventura en cosa que pusiese la mano, sino todo se le tornaba espinas y se le hacían mal; muy mejor acertó Nuño, de Guzmán, como adelante diré.